sábado, 1 de marzo de 2014

Juanito Forever

Miércoles veintitrés de septiembre

Vivir en un barrio de cotillas y acusicas es de lo peor, hoy ya se había enterado todo el mundo de que estuvimos en la comisaria y nos han puesto verdes.
La pobre abuela que parece que se ha vuelto a encontrar a si misma, se ha puesto otra vez la batita de flores, me ha cogido de una oreja y me ha obligado a irme con ella a los jubilaos, me ha dicho que ya que que fui yo el que provocó la burrada de ayer, que ahora la desemburrase contándolo todo delante de sus amigos porque era la única forma de lavar su honor.
Cuando entramos estaban todos chillando como cuándo los niños bajamos al recreo,pero cuándo se dieron cuenta de que estábamos ahí, se quedaron muy calladitos y mirándonos como si fuésemos cucarachas, menos el señor Paco que desde siempre había estado un pelín enamorado de mi abuela y nos invitó a sentarnos.
Nos preguntó que pasó ayer y me puse otra vez a contarlo, y es que estoy ya más que hartito del rollo de la comisaría; cuándo terminé, la abuela preguntó a todos si les había quedado claro que ella no tuvo nada que ver con la película que se había montado entre dos polis memos y un niño tontarra; pero lejos de decirle nadie que su honor había quedado fuera de toda sospecha, la pobre se tuvo que tragar que que le dijeran que aún le había pasado poco, por ligona y descocada, porque según ellos ninguna mujer decente como las que estaban allí presentes, habrían ido nunca jamás a tomar un café con el señor del bigote al que apenas conocía.
Mi abuela que escucha la opinión que tienen sobre ella, se pone a nacer y arremete con todas las consecuencias, así es que muy digna ella les contestó que decente era más que todas las que le estaban criticando y lo que les pasaba es que le tenían una envidia infinitesimal porque ella tenía la suerte de estar con Valentín, que además de ser todo un caballero era archimillonario y por supuesto nunca se habría fijado en momias tan rancias y estiradas como y que le sorprendía mucho que se escandalizaran porque ella tomase un café con un amigo cuando a ellas no les daba vergüenza ponerse unos calentadores y subir a cantar en el  karaoke.
Para finalizar dijo que era la última vez que pisaba ese antro, y que si querían disculparse, que en su casa estaba, me dio la mano y salimos de allí todo tiesecitos.
Llegamos a casa y allí estaba otra vez el pesado de Valentín, nos saludó y la abuela corrió a su cuarto para arreglarse; cuando nos quedamos solos, quise averiguar que intenciones tenía respecto a mi abuela así es que me senté a su lado y le pregunté si le gustaría saber cosas de ella cuando era joven; me dijo que estaría encantado, y empecé por hablarle de como se conocieron y enamoraron mis abuelos.
Le conté que se vieron por primera vez en una procesión de Semana Santa y a mi abuela nada más verlo se le pusieron los ojitos tontorrones, porque era el chico más guapo de todos los que habían, que tenía el pelo alto y rubio como la cerveza, unos ojos verdes de mirada serena, unos dientes como perlas labios de rubí y unas orejas sin pelos.
Que mi abuela siempre nos dijo que al principio el abuelo no le hizo mucho caso porque con el capirote de nazareno no la veía bien, pero en cuanto se lo quitó, se quedó igual de alelao que ella, así es que enseguidita se casaron, primero ellos dos solos y luego con mi madre que llegó después.
No pude seguir con la historia, porque en ese momento salió la abuela de su cuarto toda emperifollada, se colgó del brazo de Valentín y salieron; me quedé solo más aburrido que una chimenea en verano y recordé el trabajo de ciencias que nos puso don Casiopeo y solo me quedan dos días para presentarlo.

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