miércoles, 19 de febrero de 2014

Juanito Forever

Lunes veintiuno de septiembre

Esta mañana mi padre ha ido al hospital para ver que tal estaba Valentín pero ya le habían dado el alta y estaba en su hotel y mi abuela me ha pedido que la acompañe a verlo porque se sentía culpable del sarpullido y además le daba vergüenza ir sola, así es que se ha metido en su habitación para arreglarse en un momento, desde las cuatro hasta las siete.
A las siete y media hemos salido de casa y por el camino hemos comprado una caja de caramelos de café con leche a Valentín, porque según mi abuela cuándo vas a visitar a un enfermo siempre se lleva un detalle; llegamos al hotel y él ya estaba esperándonos en la recepción, un poco hinchadito pero con mejor cara que ayer.
Después de que le babease la mano a la abuela y darme un pellizco en la cara de esos que tanto odio a mi, sacó la cartera y me dio dinero para que me montase en el cochecito ese que hay en la puerta y que te balancea adelante y atrás para que ellos se fueran tranquilamente a la cafetería; me voy hacía la puerta e intento meterme en el cochecito, pero no quepo, pasa el tiempo y me aburro como una oveja, así es que me invento un juego para echar el rato.
Pienso que soy el botones del hotel y como no tenía gorra me he puesto he hecho una con el periódico que había en el mostrador de recepción, me ha salido como la de Napoleón pero es que yo con las manualidades no doy para más, después me he puesto en la puerta del hotel para ayudar a sus clientes con las maletas y se me ha dado muy bién porque todos me daban propina y me decían que con ese dinero me comprara comida, no sé porqué.
Al ratito se me acerca un señor que me pregunta por mis padres, le contesto que en casa, me pregunta que si estoy solo, le contesto que no, me pregunta que con quién he venido y le contesto que con mi abuela que estaba en la cafetería con Valentín para ver como se encontraba del sarpullido y de paso traerle unos caramelos de café con leche.
El señor sin venir a cuento se mosquea y me pregunta si me creía que era tonto, yo le contesté que como no le conocía púes no sabía yo, pero que si el lo decía sería así; en fin el señor me miró muy serio y me dijo que no me moviera de la entrada porque iba a cumplir con su deber de buen ciudadano.
Al poco tiempo veo que entran dos polis y me preguntan lo mismo que el señor ciudadano, después de contarlo todo otra vez, me dicen que suba al coche porque iban a llevarme a casa y yo me he negado tajantemente, que mi mi madre siempre me dice que no me suba a un coche con desconocidos, pero ellos me han dicho que como son polis no había ningún problema.
Al final claudico con la condición de que me dejasen jugar con la sirena del coche, lo malo es que no acabamos en mi casa, no, terminamos todos en comisaria; mañana lo cuento.

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