jueves, 10 de abril de 2014

Juanito Forever

Lunes veintiocho de septiembre

Esta mañana nos hemos despertado todos un poco perjudicados y hemos pasado casi todo el día en casa, hasta que ha llamado a la abuela la hija de la señora Paquita para decirle que se acercase a su peluquería para hacer una demostración de los cosméticos que vende, así es que la abuela se ha recompuesto la cara, se ha recolocado el páncreas, me ha cogido cariñosamente de la oreja y me ha obligado a acompañarle.
Durante el camino no ha parado de decirme que cuándo lleguemos me esté quieto y no toque nada, que no hable y que no respire, así es que he cogido aire y lo he guardado en los pulmones para no ahogarme.
Una vez en la peluquería la abuela ha sacado un montón de botecitos llenos de cosas pringosas pidiendo voluntarias entre las clientas de Pepa, la peluquera, para probarlos y todas se han prestado, aunque las muy ratas no han comprado nada.
A la pobre Pepa le ha sentado fatal haber hecho ir a mi abuela para nada y le ha dicho que le dejase unos tarritos en la peluquería para ver si ella podía venderlos, pero como la mayoría de sus clientas eran señoras mayores, le ha encargado mascarillas para las patas de pollo, la papada y arrugas en general; la abuela le ha contestado que intentaría conseguir la piedra filosofal o en su defecto una plancha a vapor para arrugas rebeldes.
Antes de marcharnos sin ningún pedido he intentado echarle una mano a la abuela y he pedido a todas las señoras que me prestasen atención porque yo tenía una fórmula secreta llegada del antiguo Egipto que nunca fallaba, ellas se quedaron muy calladas y yo les expliqué en que consistía el tratamiento de belleza, que además es de verdad porque un día lo estudiamos en clase;les dije que el primer paso era extraer los menudillos de las personas y luego rellenar el cuerpo de hierbas aromáticas y cosas que huelan bién, después se cierra el cuerpo cosiéndolo a mano, aunque es mejor con máquina de coser porque queda el punto más bonito, después hay que envolverlo con vendas o papel de aluminio si se va a congelar y si no, se tienen que meter en una cajita durante unos cuantos siglos.
Mi idea les ha debido parecer muy buena, porque salieron todas corriendo para ponerla en práctica, lo malo es que mi abuela, en un arrebato de celos profesionales, me ha dado una colleja desde el cariño.
Volvemos a casa y en mi afán de ayudar a que suban las ventas de la abuela me he puesto a fabricar cosméticos naturales y  mientras ella pelaba la pava con Valentín, he ido a su cuarto, he cogido todos sus tarritos, los he vaciado en la pila de la cocina y los he rellenado de cosas naturales para curar las arrugas.
He cogido un bote de alubias, un diente de ajo, aceite y vinagre, lo he triturado todo con la batidora y he rellenado algunos tarros con la nueva crema, con los que han sobrado he hecho la misma operación y he fabricado otra con un bote de lentejas con chorizo, otra de potaje de garbanzos, otra de caldo gallego y otra de callos a la madrileña, pero como todavía quedaban dos botecitos vacíos, los he llenado de harina para repostería de marca cemento rápido.
He acabado hecho polvo pero contento y seguro de que cuando la abuela haga otra demostración en la peluquería de Pepa, venderá como churros.






 

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