domingo, 23 de febrero de 2014

Asesinos en serie

En este archiconocido caso la víctima fue solo una, pero los asesinos fueron varios; me estoy refiriendo a Francisco Leona (el hombre del saco) y a sus cómplices encubridores.
Hacía los años veinte en Gador, se cometió uno de los crímenes más espantosos de la historia, tanto porque la víctima fue un niño, Bernardo, como por el primitivismo del motivo para cometer tan horrible asesinato.
Un labrador de cincuenta y cinco años Francisco Ortega ( el moruno), hipocondríaco obsesionado con la salud, acudió un día a la casa de Agustina Rodriguez, conocida por sanar a las personas mediante las hierbas, Francisco buscó a la curandera para que le administrara algún tipo de hierbas que pudiesen curar su tuberculosis pagando un buen precio si lo conseguía.
Agustina le dijo que no podía ayudarle ante tan grave enfermedad pero que conocía a alguién que podría hacerlo, le dijo que volviese a su casa y que le avisaría cuando hablase con él.
Al día siguiente partió en busca de Francisco Leona al que comentó la conversación que mantuvo con el enfermo, sin olvidar decirle que podían sacar un buén dinero, Leona estuvo de acuerdo y entre los dos urdieron un plan que para sus incultas mentes podía ser la salvación de el moruno y un buen dinero para ellos; sin más se dirigieron hacia el pueblo dónde en aquel tiempo los niños jugaban en las calles o por los campos y encontraron a tres amigos que estaban cogiendo fruta de los árboles, en un momento determinado Bernardo, la víctima se separó de los otros dos, momento en que aprovecharon los criminales para adormilar con morfina y secuestrar al niño metiéndolo en un saco
Anteriormente Agustina prometió a su hijo Julio Hernández ( el tonto ) cincuenta pesetas para que cargase con el saco por los agrestes campos hasta llegar al cortijo de San Patricio, dónde Julio vivía con su madre y su padre Pedro Hernández, sucedió un veintiocho de Julio.
Una vez en el cortijo avisaron a Francisco Ortega para que acudiese a la casa, cuándo llegó, abrieron el saco dónde estaba Bernardo medio inconsciente y dijeron al moruno que la única cura para su mal era que bebiese la sangre de un niño sano y robusto, a lo que él se negó en un principio, pero anteponiendo su salud por encima de todo finalmente accedió y comenzó la macabra escena de la muerte de un inocente.
Mientras Leona sujetaba al niño, Agustina le abrió la axila con un cuchillo, la sangre brotaba a borbotones, cogió un vaso, lo llenó con la sangre, le puso azúcar y le dijo a Francisco que se lo tomase mientras estuviese caliente, y así lo hizo.
Los dos asesinos enviaron de vuelta a casa a el moruno diciéndole que todavía quedaba dar otro paso para su curación y era hacer una cataplasma con la grasa del cuerpo del niño, que cuándo estuviese lista se la llevarían a su casa, de paso cobrarían los tres mil reales que Francisco les había ofrecido si sanaba.
Dicho y hecho, llevaron al niño a unas cuevas, Francisco buscó una piedra grande y con ella aplastó la cabeza de Bernardo provocándole la muerte para seguidamente abrirle en canal para sacar la grasa que rodeaba los intestinos, a continuación lo enterraron en una cueva cubriéndolo con piedras y matorrales.
Bernardo fué buscado exhaustivamente, pero en esa zona tan abrupta, con tantas cuevas y maleza se podía esconder un cadáver y que nadie lo encontrase nunca; y eso habría pasado si no hubiese sido por Julio Hernández ( el tonto ) que cuándo le reclamó a su madre las cincuenta pesetas prometidas por cargar el saco y ella se las negó montó en cólera y pensó en vengarse.
Un día acudió a la policía y dijo que estando paseando por las cuevas había encontrado un cadáver, Julio les contó que Leona y su madre podían tener algo que ver.
Se abrió una investigación y fueron todos detenidos y juzgados, Francisco Leona condenado a garrote vil murió en la cárcel antes de que se cumpliera la sentencia, a Francisco Ortega ( el moruno) Agustina Rodriguez y a su hijo Julio se les condenó a la pena de muerte.


 






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