martes, 21 de enero de 2014

Juanito Forever

Domingo trece de septiembre

Los domingos me aburro como una oveja y al mismo tiempo estoy atacadito de los nervios solo de pensar que mañana vuelve a ser lunes.
Hoy a la hora de desayunar he entrado en la cocina y me he encontrado a la familia con cara de funeral, le he preguntado a mi hermano si sabia lo que pasaba y me ha contestado que no
Hemos desayunado con cara de palo sin saber porqué hasta que la abuela se ha comido sus magdalenas, ha retirado el platito y nos ha dicho lo que quería habernos contado ayer, pero como se hizo  tarde aprovecha la ocasión de que estamos todos reunidos y nos lo cuenta hoy.
Le ha dicho a mi madre que de un tiempo a esta parte tenía muchas inquietudes, que últimamente estaba rebobinando sobre lo que es su vida y que se siente un tanto extraña, que cree que puede ser un virus, pero que mientras lo averigua, lo mejor es que vayamos pensando en buscar a alguien que nos cuide mientras mi madre trabaja.
Nos ha contado que había hablado con su amiga Isabelita y habían pensado apuntarse a unas clases para aprender a bailar jotas, porque estaba harta de pasarse la vida de casa de los jubilaos a casa de su hija, de casa de su hija a los jubilaos, que está valorando la posibilidad de independizarse y vivir la vida como hace su amiga.
Cuándo ha terminado de hablar, mi madre le ha dicho que parecía mentira, que a la vejez viruelas, que ella está en contra de que se vaya, pero que como ya es mayor de edad ella no le puede prohibir nada, que haga lo que quiera pero eso sí, a las diez en casa.
Mi abuela se ha enfadado y le ha contestado a mi madre diciéndole que era una mandona y que la lleva clara, que está hasta las catapultas de su chulería y que cualquier día le iba a dar un susto.
Mi madre se ha callado, pero como es muy rencorosa, seguro que se la guarda.
Cuando ha terminado la conversación, mi abuela me ha pedido que la acompañe a los jubilaos,me ha cogido del brazo y hemos salido.
Después de cruzar el parque, hemos entrado y yo me he quedado de pasta de calabaza, porque nunca había visto a los amigos de mi abuela tan concentrados y modositos estaban mirando sus mesas muy fijo, con la cabeza agachada como cuando están rezando; yo me arrodillo como en misa y me santiguo, de repente una señora grita ¡bingo!, pienso que ya se ha acabado la mis y contesto Amén, la abuela dice que me calle y que me salga un ratito a jugar en el parque.
Salgo, me siento en un columpio y se me pega un chicle en el pantalón, he intentado quitármelo y se me ha pegado en los dedos, en eso veo que se acerca mi amiga Carolina y me lo he limpiado con la camiseta.
Después de saludarnos ella se ha sentado en el columpio de al lado y a mi se me pone cara de acelga, como no sabía que decirle le he contado lo que nos ha dicho la abuela durante el desayuno, y después de escucharme muy interesada, me ha dicho que tenga mucho cuidadin, porque su abuelo empezó así y un día así, sin más, se levantó una mañana cogió las zapatillas de rejilla que tanto le gustaban y las tiró, después se marchó a la boutique "El jubilao  marchoso" y se compró un chándal de terciopelo y unas zapatillas con cámara de aire, luego volvió a casa y se deshizo de las Bambas a cuadritos, el batín y la boina; le dijo a la familia que salía a comprar una gorra con visera, una riñonera y unas gafas de sol, cogió su transistor y desapareció durante un año.
Los padres de Carolina avisaron a la policía, llamaron al programa " El diario de Pamela" , pero pasaba el tiempo y no había ni rastro de su abuelo.
La gente del barrio empezó a dar el pésame a toda la familia, hasta que un día llegó el cartero con un sobre muy grande que contenía muchas fotos y una carta de su abuelo.
En la carta les decía que no le buscasen porque se había secuestrado a si mismo y se había instalado en Benidorm, que había conocido a una farmacéutica jubilada como él y se habían ennoviao. que no había escrito antes porque no paraban en casa y que era muy feliz.
Carolina me cuenta que su madre se puso a nacer y que nunca ha perdonado a su abuelo el bochorno de tener que devolver  a los vecinos los pésames mientras el estaba disfrutando como una ardilla.
La historia de Carolina me ha puesto muy triste, así es que le he dado la mano para consolarla y nos hemos quedado pegados con el chicle pringoso, al ratito a salido mi abuela y hemos vuelto a casa, ceno, escribo y me duermo.
  

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