miércoles, 5 de marzo de 2014

Asesinos en serie

En Olympia, Washington, Paul Ingram devoto y religioso padre de familia, hasta que se dieron los siguientes sucesos, se consideraba un hombre normal hasta que sus hijas Erika de veintidós años y Julie de dieciocho, marcharon a practicar ejercicios espirituales.
Allí se dio una charla sobre abusos sexuales, y cuando regresaron a su casa, la hija mayor Erika contó a su madre que su padre había abusado de ella durante años no siendo consciente de que era algo antinatural, su hermana Julie confirmó su versión y acudieron a la oficina del sheriff a quién relataron las orgías que organizaba su padre con sus compañeros de pocker que después de emborracharse las violaban.
Tras la confesión Paul fue detenido y durante el interrogatorio, alegó que no conservaba ningún recuerdo de esos actos, aunque tampoco dudaba de la palabra de sus hijas; después de un exhaustivo interrogatorio por parte de la policía, de charlas con curas ( era un hombre sumamente religioso )  y distintas valoraciones psiquiátricas, confesó que el era el " asesino de río verde" , incluso mencionó a algunos de sus compañeros de ritos satánicos.
Las hijas de Ingram contaron que durante años habían sido violadas en unos mil rituales satánicos donde las sacerdotes llevaban cuernos, que el lugar estaba lleno de sangre por todas partes, que durante la ceremonia se sacrificaban bebés y su padre practicaba abortos, incluso a ellas y después les obligaba a comerse los fetos y que además conocían a varios agentes de la oficina del sheriff que participaban en esas aberraciones, y que su madre, conocedora de lo que pasaba no hizo nada para detenerlo.
La policía abrió una investigación rastreando lugares donde pudieran haber inicios de sectas satánicas sin encontrar nada, ni restos de bebés, ni cadáveres enterrados, ni sangre o fetos; comprobaron denuncias y archivos de desapariciones sin que hubiese ninguna coincidencia, nada.
Recorrieron hospitales en busca de partes médicos de las hermanas dónde se pudiese demostrar si habían sido violadas o habían abortado, pero no encontraron ningún documento, lo que si encontraron fueron dos denuncias que las dos hermanas habían puesto en en los años 1983 y 1985, en las que acusaban a un religioso y a un vecino por los mismos delitos que había cometido su padre, pero fueron archivadas por falta de pruebas, esto hizo que las hermanas perdiesen credibilidad.
En el informe del doctor Ofshe de la universidad de Berkeley, experto en sectas satánicas, dejaba constancia de que Paul era una persona altamente sugestionable, deseoso de agradar y quedar bien con todos y que las hijas mentían al decir que fueron violadas por su padre.
Finalmente Paul dijo que jamás había abusado sexualmente de sus hijas, pero por carácter complaciente y contradictorio, se declaró culpable de seis cargos de violación en tercer grado y fue condenado a veinte años de cárcel.
Este rocambolesco caso, sin asesinos ni asesinados, parece, solo parece, que partió de Karla Franco, la mujer que dio la charla sobre abusos sexuales mientras las hermanas estuvieron de retiro espiritual, y convenció a Erika de que había hablado con el Espíritu Santo y le había dicho que ella era una víctima de abusos sexuales.
Nota: Para darles de comer aparte, asesinos no se si serán, pero raritos son un rato.



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