domingo, 16 de febrero de 2014

Juanito Forever


Domingo veinte de septiembre

La cena de anoche estuvo de lo más movidita desde que llegó Valentín a casa con dos ramos de flores, uno para mi madre y otro para mi abuela, pero no eran sencillos ramitos con margaritas o claveles no, el muy ostentoso llevaba media selva amazónica envuelta en papel de celofán y con dos enormes pompones.
Yo me alegré por la abuela porque se había pasado la tarde preparando la cena para causarle a Valentín buena impresión, así es que bajó a una de esas tiendas carisimas en las que solo venden delicateses y compró salmón noruego a las fines herves, caviar del bueno, un surtido de patés de todas clases, una tabla de quesos y un paquete de cortezas de cerdo.
Después se metió en la cocina para prepararlo todo con una buena presentación, para que nuestro invitado quedase deslumbrado con ese alarde de buén gusto que tiene mi abuela.
Empezó cortando los quesos dándoles formas de vaca, oveja o cabra y les puso una ramita de perejil en la boca, después cocinó el salmón entero para que no quedase feo puso dos canicas en los ojos, y para los patés decidió sacar las figuritas de animalitos del Belén y cubrirlos, a continuación se fue a preparar la mesa y como quiso poner algo fino como mantel, sacó el de Navidad, después buscó unas velas pero no encontró, así es que puso las dos velas gordas que guarda en su cuarto para encenderlas el día de Todos los Santos, y como último detalle bajó a cortar unas flores del jardincito que hay enfrente de casa y que mi madre no nos deja tocar nunca ni a mis hermanos ni a mí.
Cuándo la mesa quedó a su gusto, se fue a su cuarto para arreglarse y no paraba de cantar, que si tu me dices ven, que ojos negros piel canela, que si ovni you, y todo eso de sus tiempos; pasado un buen rato salió de su habitación con los labios pintados, uno de esos bodys que vende ella y la falda que llevaba mi madre cuando iba a Las Teresianas.
A mi me da por pensar, y llego a la conclusión de que entre el transplante de cerebro de mi madre y lo rarita que está últimamente la abuela parece que las hayan abducido unos extraterrestres y en su lugar han dejado unas falsas, he puesto en práctica mi teoría, le he pedido que me cante una de esas canciones que tanto le gustan y me ha dicho que eso ya era pasado y que se encontraba en otra onda totalmente distinta.
Al decirme eso confirmó mis sospechas, una marciana se había apoderado de su cuerpo; he buscado a mi madre y después de contárselo todo me ha dicho que sí, y que ella era Estrellita Castro. Lo que me faltaba.
Por fin nos sentamos a cenar, y cuando mi abuela le preguntó a Valentín si la mesa estaba a su gusto, él puso una cara rara y le contestó que en ninguno de sus viajes alrededor del mundo había visto nada igual; la abuela se ha puesto toda ñoña y le ha dado las gracias por el cumplido.
Durante toda la cena ha estado mirando a Valentín con ojos de pescao y ofreciéndole comida, pero cuándo le ha pasado la bandeja de los quesos, él ha dicho que no debería ni probarlos porque tenía intolerancia a la lactosa, pero que por no hacer el feo comería un poco.
Después de los postres la abuela y Valentín se han puesto a pelar la pava y él ha cogido una de las flores del jardincito que estaban en la mesa para adornar y se la ha entregado a ella.
Mi madre sacó café para los mayores, y de repente, Valentín empieza a respirar con unos ruiditos muy raros, empezaron a darle retortijones, se hinchó un poquito y empezó a salirle un sarpullido por todo el cuerpo.
Mi padre lo llevó al hospital y mi abuela se fue a llorar a su cuarto, menudo final.
 

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